Señor: Soy un trasto, pero te quiero, te quiero terriblemente, locamente,
que es la única manera que tengo yo de amar, porque ¡sólo soy un payaso!
Ya hace años que salí de tus manos, pronto quizá llegará el día
en que volveré a Ti…
Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas.
Sólo mi corazón está intacto…
Me espanta mi pobreza, pero me consuela tu ternura.
Estoy ante Ti como un cantarillo roto, pero con mi mismo barro
puedes hacer otro a tu gusto…
Señor: ¿Qué te daré cuando me pidas cuentas? Te diré que mi vida, humanamente,
ha sido un fallo, que he volado muy bajo.
Señor: Acepta la ofrenda de este atardecer…
Mi vida como una flauta está llena de agujeros…
pero tómala en tus manos divinas.
Que tu música pase a través de mi y llegue hasta mis hermanos los hombres
que sea para ellos ritmo y melodía que acompañe su caminar,
alegría sencilla de sus pasos cansados.
Foto de Louise Patterton en Unsplash

